Un joven fue a visitar a su novia a su habitación en la Universidad de Nanterre hace casi 50 años atrás. Las visitas nocturnas a estudiantes de distinto sexo estaban prohibidas. Les expulsaron a los dos. Ellos, y otros estudiantes de la misma universidad se pusieron en huelga. Luego vendrían los de la Sorbona, y más tarde, visto el éxito de la convocatoria, obreros de Renault, exigiendo mejoras laborales en un contexto que nada hacía por hacer que los trabajadores prosperasen económicamente como lo estaba haciendo la economía.
De ahí, el NO a la Guerra de Algeria, y 40 días en los que París y otras ciudades se movilizaron con espíritu libertario y salvajismo, provocándole un dolor de cabeza al conservador De Gaulle, que convocaría nuevas elecciones (no sin antes sacar al cuerpo policial a las calles y arrasar con los revolucionarios).
Un 31 de marzo un grupo de jóvenes decidía también concentrase en la parisina plaza de la República bajo el lema #nuitdebout al término de la gran manifestación contra la reforma laboral promulgada por el gobierno de Hollande, es decir, del principal partido francés de izquierdas. Se había exhibido unos días antes Merci Patron!, un exitoso documental sobre el sistemático desprecio a los trabajadores por parte de unas empresas más implicadas con la idea de máximo beneficio que de fidelidad nacional. Los ánimos estaban caldeados. La policía también llamó a la disolución de la protesta, y de nuevo esto causó un efecto llamada que supondría infinidad de noches de reunión y militancia.
Igual que sucedía en el 68, fueron las clases medias las que primero se movilizaron, pero el movimiento se extendió a distintos segmentos de la población. También a otros emplazamientos, como Lille, Lyon, Toulouse o Nantes. En 1968 se habían vivido los trente glorieuses, el crecimiento económico que siguió a la posguerra en sus 30 siguientes años. Para 2016, la sociedad llevaba una progresiva precarización y erradicación del trabajo, un desencanto con las instituciones democráticas que también les llevaba, como muchos decían, a sospechar de todo partido político, aunque sea de izquierdas.
Las comparaciones entre estos dos movimientos, infinitas y poco claras en muchos casos, se extienden a muchos ámbitos de las protestas. El primero, obviamente, se debe a la importancia de Internet, razón por la cual Nuit Debout tuvo unas comunicaciones más fluídas entre sus emplazamientos transfronterizos (y que tiene mucho heredado de los indignados españoles) que la que pudieron disfrutar los revolucionarios de los 60, que, recordemos, prendieron una mecha mucho más fuerte en otros países de todo el mundo.
Pero, si nos fijamos, las consignas que han usado unos y otros no son tan diferentes. Parece que, pese a todo, la cartelería se mantiene más o menos intacta en sus reivindicaciones, si eso con unas técnicas visuales con más posibilidades pero que pese a ello apuestan, en el siglo XXI, por la claridad expositiva y el mensaje de texto por encima del gráfico.
The Atelier Populaire fue uno de los grupos más activos en cuanto a la grafía del movimiento del 68. Estos marxistas ocuparon la Escuela de Bellas Artes para utilizar sus máquinas de impresión y así imprimir miles de posters al tiempo. Posters, cuyos autores, no se conocerían por el público, pues sus autores no estaban acreditados (se entendía que el arte del movimiento era colectivo).